Aquellos que ensartaron
las perlas de la elocuencia,
y, fértiles de imaginación,
disertaron prolijamente
sobre los más insignificantes atributos
del Creador,
con toda seguridad,
no conocieron a Alá,
nunca lo han visto,
nunca intimaron con Él,
nunca se acercaron
al origen de los misterios.
Ligeros fueron, inconsecuentes,
mentirosos, diría,
esos enemigos de la razón.
Parlotearon, parlotearon...
Después, pusiéronse a dormir.
Fue lo que hicieron.