La persona emocionalmente inteligente se concede el tiempo para determinar qué le da sentido a su vida laboral y tiene la confianza y la tenacidad para tratar de encontrar una acomodación entre sus prioridades internas y las demandas del mundo.
La persona emocionalmente inteligente sabe esperar y ser agradecida, mientras se mantiene firme ante la estructura esencialmente trágica de la existencia.
La persona emocionalmente inteligente sabe que solo será mentalmente saludable en algunos momentos.
Y luego todo se va a la pucha.