Pero formidables: admitían un manejo telekinético de la misma, pero la pulsión vintage de su piloto le impulsaba a maniobrar el aeronavío con una palanca como las de las maquinitas de Sacoa. Sin lugar a ningún género de duda, las prestaciones defensivas eran el fuerte de La Nave Palta: Un campo de fuerza de hongos y aguavivas espectrales que podían sorber la médula ósea de los mamíferos a un radio de seiscientos sesenta y seis metros.
Material de lectura. |
Antes de salir, Malmalawac había comido unas galletitas 9 de Oro y las miguitas de unas Don Satur. No obstante, le seguía picando el bagre. La secular rutina alimenticia permanecía inalterable. Espiar unos humanos querendones buceando en el paroxismo del placer. Ojos saltones. Ambulancia. Nave Palta, lado oscuro de la luna. Dormir una siesta en los aposentos. ¿Y si toda la vida fuera en realidad una siesta? Una siesta intermitente con lapsos donde hojeamos material de lectura, soñamos concluir nuestros intentos de comic y nos creemos dueños de EL BUEN GUSTO. Y hasta dueños de un destino del que no somos sino esclavos.
Una siesta pequeña
antes de
LA
SIESTA
FINAL.